Seis de diciembre de dos mil diez
Quería escribirte y decirte que ya dueles un poco menos, que a pesar de todo lo que he pasado estas últimas semanas me ha servido para quitarte de mi cabeza a ratos.
Que hay alguien, alguien que me ha ayudado a superarte, que no tiene prisa, que me espera -dice que lo hará siempre, aunque yo sé que no- y está, siempre está. Saca esa sonrisa interna que llevaba tanto buscando, esa paz y tranquilidad de saber que hay, que está.
Y no pensar en ti. Creo que es la primera vez en cinco meses que no he pensado en ti, a ti papa noel te ha devuelto a casa y a mi un poco mas de cordura -que me estabas volviendo loca, todo el día dentro de mi-
Me dabas esa fuerza que no olvidaré jamás: esas ganas de vivir y comerme el mundo.
Me volviste un poco más de como ya era (mala, enrevesada) y te necesitaba aquí conmigo, no siempre, solo un poco más, para acostumbrarme.
Y no me dejaste.
Desapareciste.
El entuerto ya está hecho, soy más mala, más enrevesada. No se si es bueno o malo. Malo, por supuesto. Tú no estás, y yo dejo de ser yo.
Para convertirme en otra persona, más buena y más... como todas...
Me apetecía escribir algo bonito y agradable pero no es realmente lo que tengo dentro. Son como dos mundos, opuestos y complementarios.
Como aquello de apretar un botón.
Agradable y dulce.
Desconfiada y borde.
Sigo sin confiar en nadie. -por encima de mi cadáver!- pero agradable y divertida. Comerme el mundo un día y perderme al siguiente. Puedo jugar a dominarlos a todos tanto como necesitarlos.
Frustrante e incorregible.
Bueno, yo no lo quiero cambiar, tal vez, la parte nueva -a la que todavía no me llego a acostrumbrar- aquella de NECESITAR de querer y todas esas bobadas.
Vuelve joder! y arráncala!