El cuento siempre continúa.
Nunca me han gustado las despedidas. De hecho, siempre he intentado no tropezarme con ninguna en mi vida. Hasta hoy.Conseguí la fórmula para saltarme las despedidas. Y lo conseguí.
Hasta hoy.
No me gusta la palabra 'adiós'. Adiós en mi filosofía se le dice a alguien que se distancia o se echa cortando lazos.
Hace mucho que sé que no volverás a mi vida. Que, no sé porque, estableciste una barrera inquebrantable entre el destino, tu y yo. Y que por alguna extraña razón esa barrera se hace algo más débil en las vías del tren y a veces nos tropezamos.
Y hace mucho que sé que no quieres tropezarte conmigo.
A pesar del tiempo que haya pasado, cada vez que bajo a las vías y voy algo dispersa, en mi cabeza algo me dice que puede ser el día, el momento, que me hace estar atenta a ver si tu destino, como otras veces, te pone ante mi. Eso nunca sucede, por supuesto, el destino (la experiencia me lo ha enseñado) sólo hace casualidades. Y lo terrible de las casualidades es que nunca te las esperas, así que enseguida sé que no será ese el día. El momento.
Creo que despedirme de ti es la única forma que existe de crecer.
Adiós.
Déjame crecer.